Era su último concierto. Pero su público sólo serían las gaviotas revoloteando sobre su cabeza y más arriba, tal vez, los ángeles escuchando desde su celestial ubicación.
Pese a los comentarios de su mucamo sobre la locura de su decisión , el escenario fue la playa, con el viento como ocasional enemigo de sus partituras.
Sus dedos comenzaron a bailar sobre las teclas mientras la luna trepaba por las patas, robustas y enanas del piano. Robustas como su elección, enanas como su visión del futuro.
Ya no importaba nada. Ella ya no estaba. No quiso ver su futura agonía. Se fue caminando hacia ese lugar frío y suave que la cobijaría sin cuestionarla.
No pudo ser valiente y osada como su vida y sus palabras, combinadas mágicamente para crear poesía como un torrente de sensualidad y misterio
Los recuerdos se deslizaban sobre el instrumento, plateado por la claridad de la noche.
Su frac, negro e impecable, guardaba sobre sus hombros el cálido contacto de las manos de su amada como una reverencia hacia su arte.
Con ese mismo frac recibió la intensa e insoslayable mirada de ella en la primera fila del teatro como un presagio de una función de gloria.
Ya no pudo tocar más. Sus manos cayeron a sus costados.
Lentamente y a pesar del viento, dobló y guardó las partituras en un bolsillo donde también guardaba la foto y las cartas de ella con algo de prosa y muchos apasionados poemas.
Había llegado el momento de encontrarse otra vez. Caminó pausadamente hacia la orilla de aquel mar que alguna vez le había contado sobre el camino recorrido por su enamorada en una noche no muy lejana.
Estaba cerca. Seguramente la encontraría en aquel albergue marino esperándolo con un nuevo poema.
1 Comentario
Gracias ! Muchas gracias por esta pubñicacion!
En nombre mio y del amor nunca reveladp de Alfonsina…